VIOLENCIA EN LA PAREJA


Cuando una mujer siente que no sirve para nada, todo le sale mal o la gente no valora lo que hace, es más fácil que este más predispuesta a soportar una relación de sometimiento y humillación por parte de los hombres.
Habitualmente, se suele soportar bastante tiempo los malos tratos. Se teme denunciar y si se hace, a veces, hay arrepentimiento poniendo como excusa a las hijas e hijos. Desde fuera, resulta difícil comprender por qué no se abandona la violencia o por qué algunas mujeres regresan una vez que se han marchado.
La ausencia de recursos económicos propios, la falta de apoyo, el aislamiento en el que se vive, la falta de seguridad en si mismas y la necesidad de afecto y valoración están determinando que se prolonguen estas situaciones.
En ocasiones, llegan a estar muy pendientes de las necesidades de la pareja, negando las propias. Si él dice que la maltrata porque es mala o inútil, ella llega a creérselo. De esta manera pierde totalmente su autovaloración y piensa que merece ser maltratada, y si el maltratador demuestra algo de amabilidad, tenderá a olvidar lo malo y a sobrevalorar lo bueno de él.
A veces, no encuentran apoyo al pedir ayuda a los familiares, o amistades ya que le quitan importancia a lo ocurrido o no pueden entenderlo, porque ante el resto de las personas la pareja tiene un comportamiento distinto.
La ausencia de respuesta solidaria aumenta la soledad, la depresión, el aislamiento y el sentido de la impotencia. Muchas mujeres que viven malos tratos, de pequeñas han sufrido violencia o abusos sexuales sin ser, en algunos casos, conscientes de ello, se sienten sucias, marcadas, atrapadas en culpas inexplicables, tristeza, malestar... Este aprendizaje de indefinición las puede colocar en el lugar de la víctima.





Otra razón por la que habitualmente la violencia se manifiesta es porque sucede de una forma cíclica. Suele manifestarse a lo largo de tres fases, que se han denominado:

Ø fase de tensión
Ø fase de agresión
Ø fase de conciliación o también llamada de “luna de miel”.

En la fase de tensión comienzan los insultos y demostraciones de violencia.
El agresor expresa su hostilidad pero no de forma extrema. Entonces la mujer intentará calmarlo o evitar hacer aquello que a él le pueda molestar, creyendo erróneamente, que puede controlarlo. Pero la tensión sigue aumentando, y se producirán agresiones en forma de abusos físicos, psíquicos y /o sexuales.
La descarga de agresividad alivia la tensión del hombre. Puede que la mujer intente tranquilizar al maltratador siendo amable y servicial o teniendo relaciones sexuales o, en otras ocasiones, amenazar con abandonarle. El maltratador “se arrepiente”, pide perdón y le promete que no volverá a ocurrir. La mujer le cree y además, esta convencida de que ella puede ayudar a cambiarle. Sin embargo, cada día los momentos de tensión y agresión son más frecuentes y el agresor se arrepiente cada vez menos.
Muchas mujeres hasta que se deciden a afrontar el problema han soportado violencia durante mucho tiempo, viviendo durante una tensión permanente, agotamiento, depresión y sensación de estar enloqueciendo. A veces, después de la separación, hay que afrontar la persecución del maltratador que no quiere aceptar la situación. En los casos más extremos, puede llegar a producirse un homicidio. Son muchas las mujeres que mueren asesinadas, sobre todo, cundo intentan terminar con la violencia y emprender una nueva vida.
Siempre que una mujer sea víctima de malos tratos puede acudir a los Servicios de Información para las Mujeres, a las Áreas de la Mujer de los Ayuntamientos, a los Servicios Sociales de su zona o a los grupos de mujeres especializados.
En el caso de haber sufrido daños físicos la mujer debe acudir a un centro médico para que evalúen las lesiones y pedir una copia del parte médico para entregarla en la Comisaría, Cuartel de la Guardia Civil o Juzgado de Guardia, donde declarará las circunstancias en las que se ha producido la agresión. Algunas localidades disponen de un Servicio Policial de Atención a la Mujer; en el que será atendida por mujeres. Los malos tratos pueden denunciarse aunque estos sean solo psíquicos: insultos, amenazas, humillaciones...
Una víctima de una agresión y que tema por su seguridad o por la de sus hijos, tiene derecho a dejar su casa sin que se considere abandono de hogar, siempre que en un plazo máximo de 30 días presente demanda de separación o de medidas provisionales, en el Juzgado de Primera Instancia o de Familia que corresponda.
Las mujeres maltratadas, en muchas ocasiones, no cuentan con recursos económicos cuando necesitan terminar con una situación de maltrato y /o temen por sus hijos y por su propia vida. Para ello se han creado casas para dar acogida temporalmente a aquellas mujeres que se encuentren en situación de extrema indefensión. En ellas podrán encontrar protección ante posibles agresiones, disponer de un tiempo y un espacio para reflexionar sobre su situación personal y plantearse que hacer en el futuro. Asimismo se facilitará asesoramiento jurídico, información sobre los recursos comunitarios y apoyo psicológico.

Los hombres agresores no tienen un rasgo físico, o un comportamiento especial que les identifique; tampoco son enfermos mentales. Suelen ser personas de valores tradicionales para los que todo lo masculino (fuerza, poder, éxito, competitividad...) está por encima de lo femenino (ser sensible, cariñosa, dócil, entregad...)
A los hombres se les transmite la idea de que ser el varón es ser importante y una forma de demostrarlo es ejerciendo su autoridad, sobre su familia o pareja.
Este tipo de educación hace que tiendan a considerar a las mujeres como inferiores. Al preguntarnos por qué los hombres son violentos nos damos cuenta de la importancia de la educación. La violencia se aprende, sobre todo, observando modelos significativos, es decir a padres, hermanos, personas cercanas, etc.
El niño aprende a agredir y lo ve como una forma de defender sus derechos o de solucionar conflictos. Muchas veces, la familia se convierte en el lugar de descarga de la tensión y frustraciones que se acumulan en otros ámbitos como el laboral.
Los hombres deberían aprender a expresar sus sentimientos negativos y defender sus derechos, ante quienes les han hecho sentir mal y no esperar a desahogar su agresividad al llegar a casa.
La necesidad de poder y el afán de dominar son algunos de los motivos principales de los violadores para agredir a las mujeres, y no, al de lo que se piensa, como descarga de su instinto sexual
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